Volver a México


Saturday, December 6th, 2008

24 de marzo de 2008

Cual gigantesca ola, la crisis económica golpea más a quienes no tienen de dónde asirse.

Un joven que manejó montacargas en una bodega por cuatro años, para salvarse del recorte de personal pasó a tareas de limpieza.

Un restaurante mexicano estaba al borde de la ruina. Era un local enorme, con sitio para karaoke, pista de baile y un amplio bar donde en mejores tiempos la gente esperaba su turno para una mesa. Ya era una sombra de su antiguo esplendor. Dos semanas atrás, me cuentan, lo cerraron. Perdieron aquel día su empleo sus dos cocineros, una pareja, que igual ganaban 10.00 y 12.00 dólares la hora y que en los últimos tres meses hasta trabajaban sin sueldo.

La gente platica entre sí y busca ideas, información, alternativas de supervivencia bajo las piedras.

Una señora centroamericana debió dejar su trabajo en un negocio de donuts, dice, porque Migración rondaba el lugar buscando a un ex trabajador. Se fue a trabajar a una fábrica, pero allí la “descansaron”. A su esposo le recortaron las horas de trabajo a la mitad. La mujer intentó entonces regresar a su empleo anterior pero ya no la aceptaron, porque las ventas habían bajado. Los dueños —una familia del oriente asiático— debieron subir los precios porque se habían encarecido los productos alimenticios con el aumento de la gasolina.

Cuando no hay otra, dejan de enviar plata a casa. Una consecuencia de la crisis es la reducción de las remesas a los países de origen.

Un chico de Zacatecas tenía dos chambas de lavatrastes: una de 6:00 a 3:00 y la otra de 4:00 a 11:00. Ganaba el mínimo. Mandaba la mitad del dinero. Lo despidieron del trabajo de la tarde y, ahora, o sobrevive o envía.

Después de haber subido en 25% de 2004 a 2005 y 16% de 2005 a 2006, las remesas subieron sólo 1% en 2007. Las primeras cifras de 2008 muestran un descenso. Según el Colegio de Economistas, México recibió en enero 1,653 millones de dólares, casi 6% menos que el mismo mes en 2007.

Como dicen, ya no hay aquí lana para mandar.

En los pueblos y municipios basados en exportar a su gente, se avecina una crisis: las remesas de Estados Unidos constituyen, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el 25% del Producto Interno Bruto (PBI) en Honduras, 18% en El Salvador y 3% en México.

La creciente cesantía entre inmigrantes azota especialmente a aquellos que habían tratado de insertarse en la sociedad.

Quienes compraron casa y ya no pueden pagarla, la pierden. Quienes compraron automóviles nuevos a crédito, los entregan a los “reposeedores”.

¿Qué hacen cuándo todo fracasa? Algunos vuelven a México.

A la oficina donde trabajaba un señor de 50 años de edad en mantenimiento de departamentos llegó la carta No Match del Seguro Social antes de que las suspendieran por orden judicial. Lo despidieron y se puso a buscar jales de pintor de brocha gorda. En poco tiempo se quedó sin casa y pasó a dormir en una camioneta que algún día había vendido a su hija. Se baña donde puede y come unos caldos cuando le sale algún trabajito. Esta semana se vuelve a Zamora, Michoacán.

Dice que aquí no regresa. ¿Para qué?

Un grupo de trabajadores de la construcción intercambia información sobre dónde se puede conseguir trabajo, aunque sea de contratación por un día. Bajan sus expectativas y las sumas mínimas que aceptan por pago. Son de México. Otro grupo de salvadoreños funciona igual. Pero en las últimas semanas las únicas novedades que comentan son sobre conocidos que se han regresado al país de origen.

Uno se entera más tarde, me dicen, a veces después de que transcurrieron meses.

Familias enteras simplemente desaparecen, dejando atrás rentas sin pagar.

Contrariamente al pasado, cuando volvían después de vender sus automóviles y liquidar sus pertenencias, cuando soñaban con un pequeño negocio o con construir sus casas, estos se regresan tal como vinieron, con una mano adelante y otra atrás, sin troca del año ni regalos para los sobrinitos ni relatos de éxito y prosperidad.

“En México nadie se muere de hambre”, me dicen, “porque hay familia que te ayuda, aunque la gente sea totalmente pobre, hasta que te levantes”.

¿Qué nos señala el futuro?

Que los trabajadores inmigrantes seguirán siendo el primer blanco de la desocupación: porque no están organizados, porque muchos viven aquí ilegalmente, porque trabajan en áreas de servicio destinadas a ser las primeras en caer, porque dependen de empleos en la construcción que ya no existen, porque no tienen ni reservas ni aliados políticos.

Que el proceso de recortes de gastos del 10% en el estado de California presagia problemas. Si pasa, vamos al cierre de más clínicas públicas, despido de miles de docentes, cancelación de programas de socorro, que benefician especialmente a los inmigrantes, todo esto en adición a los recortes de agosto pasado, de 3,000 millones de dólares de hospitales, centros de rehabilitación y atención a los ancianos y proveedores del ramo y de 1,300 millones del transporte público.

Que las redadas migratorias y los procesos de deportación se intensificarán, al igual que la retórica que pretende echar la culpa a los latinos o a cualquier minoría.

¿Será el regreso a México la tendencia del futuro?