Tierra de terremotos
Poco después de mudarme a mi casa en el Este de Los Angeles, me dijeron que debía reforzarla para el caso de un terremoto. Esa mole construida en 1927 está asentada en estacas de madera que se deslizarían con el temblor provocando su colapso.
Además, hay grietas en el concreto del suelo en todos nuestros vecindarios. Es la tierra que se mueve lenta y sin pausa y acumula tensiones como una olla a presión.
Los científicos dijeron hace años que esta ciudad sufrirá un terremoto gigante. Sólo que no sabían cómo ni cuándo.
El suelo jamás ha dejado de temblar y los sismógrafos no descansan. El 16 de octubre de 1999 un fenómeno de 7.1 puntos en la escala Richter creó una grieta de de 28 millas cerca de Palm Spring. Si el epicentro hubiese estado en Los Angeles los daños y pérdidas humanas hubiesen sido cuantiosos.
El viernes pasado una nueva investigación de UC Irvine respondió la interrogante del cuándo: pronto. De hecho, dice, ya debía haber venido.
Según el estudio, desde 1310 los grandes temblores se dieron en intervalos promedio de 137 años. Y desde el último de 7.9 puntos pasaron 152 años. Ya es tiempo.
El grande, el terrible, el de las películas, el mortífero, está cerca. ¿Qué hacemos? Mucho se ha hecho, mucho se puede hacer, mucho quizás no se haga nunca.
Los estrictos códigos legales de construcción impuestos desde 1997 contemplan medidas preventivas, como el apuntalamiento o el uso masivo de la madera. Escuelas, residencias, freeways, vías férreas, hospitales, fueron reforzados.
El 13 de noviembre de 2008, 5.5 millones participaron en un simulacro de coordinación, entrenamiento e información, llamado La Gran Sacudida del Sur de California.
¿Y cómo golpeará el Grande?
La grieta creada será de 10 a 15 millas de profundidad y de 200 a 250 millas de longitud. La tierra ondulará 30 pies en ambas direcciones. Durará de dos a cinco minutos.
Como ejemplo de las consecuencias, en un temblor de 5.4 puntos ocurrido en junio pasado en Chino Hills, los servicios de telefonía e internet se bloquearon momentáneamente por llamadas de parientes y amigos. Sitios de internet cayeron por un lapso; se atrasó en una hora el servicio de trenes local e interrumpió el de radar terrestre del aeropuerto internacional de Los Ángeles. Tejas cayeron y tubos de agua reventaron; ascensores se detuvieron entre pisos. Hubo varios heridos, especialmente por empujarse para huir. Se aprendió bastante.
Falta mucho por hacer. Numerosos hospitales están atrasados en su modernización. La mampostería no reforzada es ilegal desde 1935, pero sólo en San Bernardino hay 200 edificios en esas condiciones.
En 1997 se prohibió el acero con alto contenido de carbono por quebradizo y ordenó usar materiales reforzados. Pero centenares de miles de estructuras no pueden hacerlo porque habría que demolerlas.
Las muertes de 1994 se debieron al colapso de un edificio de departamentos cuya planta baja era especialmente débil. Después del sismo se identificaron 20 mil estructuras similares y se ordenó reforzarlas. Hasta ahora se hizo en sólo 800 casos.
El peligro es tangible y concreto y las soluciones no son fáciles. Para peor, el sur de California es una de las zonas urbanas más pobladas del mundo: uno puede viajar por horas sin que se acabe el paisaje urbano. Construir según los más estrictos códigos es caro, y más aún es reforzar los edificios existentes. Millones de residentes carecen de equipos de supervivencia. Y en la escala de prioridades del presupuesto estatal, los preparativos para el Big One no están a la cabeza. A pocos políticos les gusta difundir profecías apocalípticas.
Aunque nos distraiga de los problemas que ya tenemos en exceso, es necesario que sepamos: si queremos seguir viviendo aquí, mejor conocer la realidad y prepararse.
La Agencia Federal de Administración de Emergencias (FEMA) tiene aquí http://www.fema.gov/hazard/earthquake/eq_before.shtm una lista de sugerencias y buenos consejos.
Además, aquí usted puede pedir que le envíen gratis a su casa el folleto Echando Raíces en Tierra de Terremotos.
Es para tomar acción. No nos quedemos de brazos cruzados.