Si pasa lo peor en Los Angeles

Le llaman a este período de recesión. Vamos pa’tras. Algunos se atreven a mencionar el vocablo depresión, que además de la perturbación mental del mismo nombre, evoca el derrumbe de la mampostería social como si fuese una casa de cartón.

La situación actual en Los Angeles implica más del 10% de desocupación, déficit de 983 millones de dólares en el presupuesto de la ciudad y va en peor.

Decenas de miles que pierden sus casas, o su trabajo, también pierden su seguro médico que emplea a otros miles. Sin dinero para comprar ropa llevan consigo a costureras y vendedores. Sin plata para restaurantes, éstos se van oscureciendo y vaciando.

No se ve un final: parece un prolegómeno de algo peor.

Si lo peor sucede, la sociedad actual no puede seguir proveyendo subsistencia y el acuerdo social que la ilaba se diluye y vuelve hilacha. El aparato que provee educación, trabajo, seguridad, orgullo, es saqueado, vapuleado y vaciado.

En esta situación, ¿subirá el crimen en Los Angeles?

¿Veremos aquí el tipo de delincuencia típico de los países que se enpobrecen: asesinatos diarios, robos en las carreteras y secuestros por dinero; saqueos de supermercados y supremacía de los carteles de la droga?

Porque lo que nos pasa ya pasó. Esta crisis la tuvieron y tienen otros. Los hispanoamericanos lo sabemos muy bien: en México, El Salvador, Guatemala, la Argentina, el Perú, Bolivia, en Brasil.

Pero pensamos que, como esto es “America”, la nación más próspera y poderosa de la historia, aquí es distinto.

Pensemos de nuevo.

La verdad es que por de pronto, no lo hemos visto en Los Angeles, en donde homicidios, robos y violaciones sexuales han estado en la baja por seis años consecutivos, como repitió el jefe de su policía William Bratton en reciente reunión con La Opinión. Lo mismo en el condado.

Lo que sí vimos son formas de crimen típicas de un período de crisis. Fraudes contra quienes pierden sus casas al foreclosure . Saqueo y destrucción de propiedades evacuadas, de donde se llevan aparatos electrodomésticos, cables de cobre, tuberías.

Se hace más frecuente la violencia doméstica por hombres que así descargan sus frustraciones.

Y los homicidios-suicidios con exterminio de familias: Karthik Rajaram de Porter Ranch mató a cinco en octubre pasado; Ervin Lupoe de Wilmington asesinó a su esposa y cinco hijos en enero; Bruce Pardo de Covina, en Nochebuena, a ocho; Kimberly Petretti de Pinole a su madre el 11 de febrero.

Además podría suceder algo totalmente diferente: que la gente, desesperanzada y desorganizada, irrumpa en saqueos de supermercados, ponga sitio a los bancos, rompa las máquinas de producción, participe en protestas y contraprotestas violentas.

Bratton, en la entrevista, dijo que no halla evidencia de que esto esté sucediendo, y cree que crisis o no, ello depende del nivel del cuerpo policiaco.

Su jefe de detectives, xxxx, lo secundó. Por ejemplo, no aumentaron los pequeños hurtos. Antes de que estos problemas estallaran en otras ciudades, afirma Bratton, Los Angeles ya los había vivido, elaborado.

El Sheriff del condado Lee Baca cree lo contrario. “Esperar más crimen en épocas de crisis es práctico y evidente por otros ciclos”, dijo Baca. “Todavía no llegó lo peor y debemos prepararnos”. Lo secunda la mayoría de los criminólogos.

La evidencia histórica apoya el enfoque de Baca.

Mejor prepararnos.

Y la mejor preparación es la previsión social, la inversión en la juventud, la ayuda a los pobres, la organización desde abajo. Para que Los Angeles no sea la capital de la miseria como es la de los homeless.

Y especialmente evitar que las fuerzas policiales se conviertan en un mecanismo de represión directa.

Porque eso, también, ya lo hemos vivido.