Parto en la frontera
07/28/2005, La Opinión
Del lado mexicano de la frontera, a escasos centímetros de Estados Unidos, una adolescente de 16 años sufre contracciones de parto. Grita pidiendo que la ayuden a cruzar. Es su primer hijo.
Un hombre del lado mexicano explica que ya no la quiere de vuelta, que a la chica se le rompió la fuente y hay que llevarla a un hospital estadounidense, porque el más cercano en Tecate, México, está demasiado lejos, a 20, 30 millas de caminos de tierra.
De este lado, cerca de Jacumba, California, se confrontan en torno a la joven miembros del Proyecto The Minuteman y activistas latinos. Los primeros quieren impedir la inmigración indocumentada de México; los otros defienden los derechos de los inmigrantes. Para los primeros esto es sólo una escena de teatro montada para la prensa. Para los segundos, se trata de un caso de vida o muerte. Ambos tienen campamento en la localidad de Campo, una hora al este de San Diego.
Ella dijo que era de Texas, afirma quien la trajo; él y sus compañeros la cargaron y la trajeron a la barda, que aquí tiene una altura de cuatro o cinco pies.
Quien cuenta este incidente sucedido el viernes 22 de julio a medianoche es Jesse Díaz, un catedrático de sociología de UC Riverside y activista.
Díaz relata que sostuvo en brazos a la muchacha, una menor de edad a quien llamaremos “Alicia” para proteger su privacidad. Ella estaba en el aire: es el aire de Estados Unidos. Como en una obra de Samuel Becket. Un agente de la Patrulla Fronteriza le prohíbe ponerla en la tierra, so pena de ser acusado de contrabandista de indocumentados, cuenta él.
“La agarré en mis brazos. Ella sufría mucho dolor. [Los de] la “Migra” me pucharon de atrás para que la tire de vuelta. Pero el hombre del otro lado del cerco ya se había distanciado”.
Según Díaz, fue amenazado por las autoridades de que si dejaba a Alicia en el piso, sería acusado y podría ser multado con cinco mil dólares y condenado hasta con cinco años de prisión por contrabando de indocumentados. Un rato después, la muchacha está otra vez en el suelo mexicano.
Como en la culminación de una tragedia griega, están aquí presentes todos los actores del drama de la frontera. La Patrulla Fronteriza. Siete automóviles con miembros del Proyecto The Minuteman, uno o dos en cada carro. Nueve activistas de San Diego y Los Ángeles. Unos ciudadanos mexicanos del otro lado cuya función en el drama no es clara. Como ángeles de la guarda, los paramédicos de la unidad Medic 86 del Servicio Forestal de California.
Y entre todos ellos, una niña de 16 años, a punto de dar a luz y fluctuando brutalmente entre dos países.
Rafael Hernández, quien opera una ambulancia para asistir a indocumentados bajo el nombre Ángeles del Desierto, ruega a las autoridades que le permitan llevar a Alicia al hospital. “Puede morir el bebé”, les dice.
Casi inmediatamente llegaron los paramédicos de Jacumba, pero según Díaz no pudieron cruzar al otro lado. “Si cruzan, van a tener que regresar por Tecate, donde está el puerto de entrada al país”, les dice un agente de la Patrulla Fronteriza, cuenta él.
Finalmente, el supervisor de los paramédicos tomó la decisión y dio la orden a su equipo que cargaran a la joven en la ambulancia y la llevaran a un aeropuerto abandonado, desde donde la recogería un helicóptero del hospital universitario de San Diego.
“Ella lanzó un grito de goce, de victoria, que todos oyeron. No era dolor, era alegría”, dice Díaz.
Esta historia es como el Rashumón de la frontera. Tiene casi tantas versiones como participantes.
Para los activistas de inmigrantes allí presentes, ayudarla a cruzar para llevarla al hospital y salvar su vida y la de su hijo era imperativo.
Para la gente de la Patrulla Fronteriza, dice la portavoz en San Diego Dora Doyle, es un asunto humanitario. Ni siquiera acepta que hubo cruce ilegal. “No podemos afirmar que se trate de una indocumentada”, explica a La Opinión, “por la emergencia médica.”
Para los activistas antiinmigrantes, esto no es más que un intento de atraer atención y el caso de una inmigrante que da a luz a un bebé de este lado, para que sea ciudadano estadounidense.
Así, según los activistas latinos, los integrantes del Proyecto The Minuteman no dejaban de gritar y demandar que no se le permitiera la entrada a “Alicia”. Ellos lo niegan y la portavoz de la Patrulla dice que “no hubo ningún altercado”.
La Patrulla Fronteriza describe que no tuvo otra alternativa que dejar pasar a “Alicia”. “Nuestro oficial de enlace con México trataba de que se la llevaran a un hospital del otro lado, porque estaba del lado mexicano”, afirma Doyle. “Pero ello no fue posible”.
“A esta misma mujer la vimos el día anterior buscando posibles pases de la frontera. En todo momento la podían llevar al hospital”, dice en cambio a este rotativo Jim Chase, líder del grupo The Minuteman de California.
Un miembro de The Minuteman del estado de Georgia me explica que los integrantes de su grupo no intervinieron. “Fue todo un teatro montado para los medios de México”, afirma. “Estábamos allí, sin interferir, a 20 pies de distancia”, explica, y agrega: “yo no soy racista; al contrario, he trabajado para la Fuerza Aérea en Perú y me casé con una peruana”. Chase, ansioso por demostrar que los miembros de The Minuteman no odian a los hispanos, recalca que en su organización “hay 30 o 40 latinos”.
Chase acepta que, dadas las circunstancias, fue justificado permitir el ingreso de “Alicia” al país. Para él, fue más dramático lo que sucedió muy cerca de Jacumba, cuando varios de los miembros de su grupo fueron, dice, objeto de un tiroteo por parte de traficantes de drogas del lado mexicano, dos de los cuales, cuenta, portaban fusiles ametralladora AK-47.
¿Qué sucedió con “Alicia”? ¿Nació sano y salvo su bebé? Una portavoz del hospital universitario de nombre Rebbeca no puede darme mayor información. La Patrulla Fronteriza dice ya no saber cuál fue el destino de la joven, quien está protegida por ser menor de edad. Posiblemente esté en un refugio instaurado precisamente para hijos de indocumentados nacidos aquí. Quizá regresó a Texas.
Mientras tanto, en la frontera, los protagonistas se preparan para otra jornada de choque. Unos, para alertar a la Patrulla Fronteriza del cruce de indocumentados. Otros, para impedírselo. “Nos están hostigando”, se queja Chase.