No hay marcha atrás
Publicado en La Opinión, 05/02/2006
Después de la jornada de ayer, los dirigentes del movimiento de inmigrantes ya están preparando los próximos pasos. Entre las posibilidades, una marcha «de un millón de inmigrantes» en la capital del país, Washington, programada inicialmente para el 19 de mayo. También temen un incremento en la represión.
«Esta es la calma antes de la tormenta; se van a poner duros», dice a La Opinión Armando Navarro, profesor de UC Riverside y de la Alianza Nacional por los Derechos Humanos. «Hablan de redadas, de deportaciones. Tenemos que lograr que cada vecindario tenga su comité de defensa del inmigrante, organizar la desobediencia civil».
Pero analistas como Félix Gutiérrez, profesor de periodismo en la Escuela de Comunicación Annenberg de la Universidad del Sur de California (USC), difieren: «Mientras el movimiento siga pacífico, basándose en la Primera Enmienda, en la libre expresión, no va a haber represión», dice a este medio.
¿Y la jornada de ayer? Por su tamaño gigantesco, sin precedentes en la historia de Estados Unidos, por su extensión geográfica, porque fue en todo el país; por lo definido de sus participantes, porque fueron los trabajadores latinos, legales e indocumentados, y un campo creciente de simpatizantes no latinos, fue histórica.
No solamente para los inmigrantes latinos en Estados Unidos. Quizás, para las decenas de millones de inmigrantes que de los países pobres llegan a los prósperos. Los inmigrantes pasan, de ser observadores pasivos de su propio destino, a participantes activos, protagonistas. Casi de la noche a la mañana se transformaron en una de las fuerzas políticas más importantes del país. Y no hay marcha atrás. Por eso, entre los dirigentes del movimiento reinaba anoche honda satisfacción. «Nunca», asegura Navarro, «en 25 años de activismo, vi algo igual».
Ayer se introdujo el elemento económico en la fórmula. El paro de un día de los trabajadores, los consumidores que no compraron, los comerciantes que no abrieron, mostraron que sin ellos, los precios serían más altos. Ante calles vacías, negocios cerrados y ciudades fantasma, las protestas hicieron visible lo que era invisible. «El potencial económico del movimiento es tal que, si uno es un ejecutivo de una corporación, va a pensar dos veces antes de tomar una postura antiinmigrante, por temor a que le hagan un boicot de su producto», dice a La Opinión Harry Pachon, presidente del Instituto de Política Tomás Rivera. Es decir, aunque sea por razones de lucro y ganancia, y no humanitarias, las corporaciones deberán ahora considerar vías para la legalización.
Para algunos, ésta es una fuente de esperanza: «Las encuestas demuestran», dice a este rotativo Mark Baldassare, director de investigación del Instituto de Política Pública de California (PPIC), «que hay un movimiento de opinión hacia el reconocimiento de que se requiere algún tipo de plan de trabajadores temporales, o para dar un estatus legal a los millones de indocumentados».
«El boicot recuerda a la gente que el meollo de la cuestión es económico, que los indocumentados están ligados a la economía de Estados Unidos, que contribuyen. Esto trae a que se busquen soluciones prácticas, económicas, en lugar de ideológicas, de basadas en temores o en la seguridad», afirma el profesor Baldassare
«Eso», recalca, «mientras las marchas sean pacíficas».
Lo de ayer es considerado un éxito por sus organizadores, y el éxito tiene muchos padres.
El movimiento ya no es espontáneo, sino fruto de una cuidadosa planificación, aunque, dice Pachon, en el comienzo «este movimiento era liderado por la comunidad, no por los funcionarios electos», eso puede cambiar.
La pregunta es, entonces, desde ahora, ¿habrá una coordinadora única del movimiento, o éste se dividirá según las tendencias políticas? Se acerca un momento de incertidumbre sobre qué corrientes van a liderar el movimiento.
«Siempre buscamos a uno o dos que sean dirigentes», dice Pachon. «Pero debemos pensar como lo hace la comunidad judía. No tienen un dirigente único, sino muchos, y sin embargo son poderosos. Los latinos deben repetir el modelo de la comunidad judía».
En sentido similar se expresa Navarro: no debe haber un líder único, hay que reconocer la pluralidad del movimiento. Nadie, expresa, puede convertirse en el gerente. Y debe continuar la multiplicidad de activistas.
«Hay que aprender de la historia del movimiento de derechos civiles, cuando mataron a Martin Luther King mataron al movimiento. Aquí pueden matar a Armando Navarro, o a Nativo López, Jesse Díaz, Gabriel Rodríguez», dice Navarro mencionando a algunos de los más destacados activistas, «y el movimiento va a seguir».
Para seguir adelante, dice Pachon, quienes son residentes legales deben nacionalizarse. Los jóvenes ciudadanos que cumplieron 18 años deben registrarse para votar. Los registrados deben votar. «Tenemos más latinos que nacieron aquí y no se registraron que quienes de hecho votan. El voto podría subir así en más de 50%». Pachon espera un crecimiento en la ciudadanía latina, similar al que ocurrió después de la Proposición 187 en 1994 en California.
«El movimiento ya tuvo su impresión sobre la clase política en Washington. Hasta la marcha del 25, el debate era unilateral: que nos quitan empleos los latinos. La imagen del indocumentado era la de un varón mexicano de 20 a 30 años de edad. Pero las marchas muestran a familias enteras. Agregan una faz humana a una imagen demonizada», afirma Pachon, el politólogo.
Además, tienen que tomar en cuenta al votante latino. Por cada 100 latinos hay casi 20 votantes. Hay 40 millones de latinos en Estados Unidos y 7.5 millones de votantes. Si 500 mil marchan en las calles de Los Ángeles, 100 mil pueden ser votantes. Los políticos tienen que tomar esto en cuenta.
¿Qué percepción tendrá la jornada de ayer entre los no latinos? La inmigración, explica Baldassare, el encuestador, se ha convertido en el tema más importante para el público. Los votantes demandan respuestas. La gente dice que algo debe hacerse, que se tiene que llegar a una solución. Los políticos no van a poder ignorarlo, por más que quieran.
Mientras desfilaban millones en todo el país, un senador, ante una sala vacía, leía una declaración contra la idea de traducir el himno nacional al español, buscando algo que unifique a la oposición y estimule la percepción de los latinos como extranjeros. Pero en la calle latina el tema del himno no fue prioritario. Fue una iniciativa comercial de un productor británico, alejado del movimiento migratorio.