Latinos y negros, en las calles y la cárcel

 

 

El 4 de febrero de 2005 inició una serie de peleas – que duró nueve días – entre miles de reclusos en el complejo carcelario del condado en Castaic, a 40 millas del centro de Los Angeles. Latinos pelearon con afroamericanos. Dos reos, Wayne Tiznor y Sean Anthony Thompson, ambos negros, murieron a golpes; cien fueron heridos.

Los enfrentamientos se veían venir. La leyenda estaba escrita en el muro.

Un año atrás, la junta de supervisores del condado, cuyo dinero alimenta al departamento del Sheriff, aprobó la recomendación de separar entre reclusos violentos y comunes y entre pandillas latinas y negras.

Pero también aprobó reducciones adicionales en el presupuesto carcelario.

El lunes, los supervisores preguntaron al sheriff Lee Baca por qué no se cumplieron las recomendaciones.

La respuesta la dio Baca en un programa radial: “es el todopoderoso dólar”.

Y por culpa de ese dólar, la prisión tiene sólo 300 agentes para cuatro mil reos.

Pero eso no explica por qué sólo 72 de ellos estaban trabajando el día de la reyerta. Ni que mezclaran a pandillas latinas y afroamericanas. Ni que obligaron a detenidos pacíficos a vivir con delincuentes peligrosos. Ni que insistieran por años en construir dormitorios gigantescos, con 280 presos y un solo guarda.

Se veía venir: entre fines de 2003 y principios de 2004 tres presos murieron en las cárceles del condado luego de haber sido mezclados con presos violentos. En noviembre de 2005, un enfermo mental fue asesinado por pandilleros en una habitación sin supervisión.

Hasta un niño conoce la existencia de carteles violentos de droga en las cárceles: lo ve en la TV.

Sin embargo, ahora todo es asombro y escándalo y sorpresa.

Y el rótulo de los disturbios es “latinos contra afroamericanos” o viceversa. ¿Será cierto?

Algunos tratan de negarlo creyendo en una coalición que de pronto parece frágil.

El alcalde Villaraigosa dijo que la confrontación en Castaic es por distribución de drogas y poder, no directamente racial.

Es más: según el sheriff, Tiznor fue muerto por presos blancos, no latinos. Thompson, quien sí, supuestamente, fue asesinado por tres presos latinos, no lo fue “por raza” sino por quién ocuparía la mejor cama.

Pero aquí, detrás de todo conflicto social está la cuestión racial, principalmente la opresión a los afroamericanos.

Para muchos, la primera víctima de los choques entre negros y latinos en la cárcel es la leyenda de la solidaridad entre ambos grupos étnicos.

Es posible que esa solidaridad persista entre líderes comunitarios. Así debe ser. Pero no existe en las peleas entre estudiantes en la escuela secundaria Jefferson, donde el 93% de los alumnos son latinos. Ni en las expresiones populares denigrantes que ambos grupos tienen el uno para el otro.

¿A qué se debe? La población latina del área crece asombrosamente. Vecinos hispanos hicieron de Compton una ciudad latina, aunque todos los principales funcionarios del Concejo sigan siendo afroamericanos. Similarmente, en Inglewood, el español es tan frecuente como el inglés. Y esas son las dos ciudades más identificadas con la comunidad negra.

Trabajadores latinos y afroamericanos así como blancos compiten por una cantidad limitada de posiciones laborales. Cuanto más compitan, más bajos serán los salarios y peores los beneficios.

La realidad de las calles y la asfixiante realidad de las cárceles son piezas en un sistema de vasos comunicantes. Lo que pasa en la sociedad repercute allí. Y el enfrentamiento puede expandirse afuera.

Muchos temen ahora que las confrontaciones tengan un efecto incendiario en las relaciones callejeras entre latinos y afroamericanos.

Pero la verdad puede ser más compleja.

El entonces reportero Agustín Durán visitó la cárcel de Castaic poco después de que se iniciara la ola de violencia. Allí, varios presos le dijeron que “son las autoridades las que pretenden que [la pelea] se debía a motivos raciales. En realidad, fueron el trato y las actitudes de los agentes”.

Publicado en La Opinión, 11/16/2005.