Las elecciones y los indocumentados
Este blog fue publicado en La Opinión, 11/3/2005
Este martes, el 8 de noviembre, los ciudadanos registrados de California podrán ejercer el derecho de votar. Decidirán la suerte de ocho proposiciones con el potencial de cambiar el panorama político y económico y elegirán a concejales, alcaldes y medidas financieras.
Menos de la mitad, quizás sólo la cuarta parte, emitirán su voto. A último momento, los activistas tratan de movilizar voluntarios e idealistas para sacar a la gente a votar.
Karla Salazar del grupo Agenda entra a una clase en la Universidad Estatal de California en Los Ángeles, menciona los peligros si las proposiciones electorales llegan a ser aprobadas y reparte formularios para quienes quieran “recorrer los precintos”, golpear de puerta en puerta y sacar a la gente a votar. Antes de irse, menciona a “César” y a “Dolores”.
Pero hay un grupo que ya todos saben no votará.
Los indocumentados.
Distintos cálculos establecen su número en California en entre dos y tres millones. Entre 5.5% y el 8% del total de la población en todo el estado. Mucho más que la mitad de ellos viven en Los Ángeles y los condados que la rodean.
Son los sin papeles, los sin voz ni voto.
Para cada uno de ellos –es decir, de nosotros, nuestras esposas, maridos, padres y hermanos– no poder influir en la realidad es una frustración única.
Pero la ley no tiene vueltas. Para votar no basta con ser residente legal; hay que naturalizarse. Ni eso alcanza: es menester registrarse.
Si no votan ¿qué pueden hacer?
Interesarse por lo que sucede a su derredor a partir de sus necesidades como trabajadores, vecinos, estudiantes, inquilinos y familias. Organizarse en su comunidad. Si no pueden votar ahora, jurar hacerlo cuando sean ciudadanos. Hacer que lo hagan sus hijos nacidos aquí mayores de edad. Sus familiares y vecinos que son ciudadanos. Si no votan, que se afilien a organizaciones que sí los aceptan, como sindicatos, grupos de activismo, asociaciones de padres en escuelas, iglesias, grupos de presión y equipos voluntarios.
Quien pretende hablar de Política Latina en Los Ángeles sin incluir a los indocumentados, o bien está engañándose o engaña a otros o vive en otra parte.
No se puede ignorar su presencia. No puede analizarse estos comicios sin tomar en cuenta sus intereses, porque sus intereses serán afectados por las proposiciones.
Como jóvenes, por la 73, que quiere obligar a éstas a notificar a los padres antes de abortar. Como estudiantes y padres de alumnos, por la 74, que pretende imponer trabas en el avance de los maestros. Como trabajadores organizados, por la 75 que se propone limitar los derechos políticos de los sindicatos. Como usuarios, consumidores y empleados, por la 76 que pone en manos del Ejecutivo el poder de recortar presupuestos sociales. Como pacientes, por la 78 que trata de confundir al público y frustrar el valiente intento de la 79, de abaratar el costo de los medicamentos.
Todo eso es importante para los indocumentados.
Y sin embargo, ahí está la realidad: ni votan ni cuentan.
Y demasiado pocos de ellos se involucran e interesan.
¿Cómo exigir que se interesen si apenas han llegado y todavía buscan trabajo, casa, una vida decente? ¿Como esperar que participen si en sus propios países el ejercicio de la democracia es un juego entre dueños del poder?
Sin embargo, se quedan aquí. No se van. Prefieren esto a lo otro. Siguen llegando. Tienen que ser tomados en cuenta.