La luna y el sacrificio
Espesos vapores de tu raza
o historias macabras
o los dioses nativos
dueños de la luna y el sacrificio
Debo rodar por el piso líquido de la sala
hecho cucharita
o esconderme como chicle
pegado al pupitre de mi escuela
y si me duele el pecho
pronuncio para adentro
las palabras mágicas: nada
todavía no vengas
todo va a estar bien
le digo a la muerte
que temo vivir incierto y pesadumbre
y puede que entonces llegue la hora
una sola vela más titile y destile lágrimas
barras de dinamita
revienten mi piel en escamas
de poros abiertos y brillo de adioses
y por fin cerrar
el circuito digital de los Debes
y ya no más potros que te arrojen por el aire
ni infelices que disfracen
sus pequeñas maldades de proezas
ni la tristeza de arrastrarse por centavos
o converger en la fauce endeble
de mi horror propio y vago como niebla
morir
vivir
estirar el brazo izquierdo
y asir toda tu extensión a mi lado
en el reverso de tu puño
acariciar la planicie
sobrecogedora de tus piernas
repetir la fórmula antigua
que clausura la noche
y te protege de recuerdos y terrores
y decirme
alguna vez visitaré tu sueño
abrazaré tu viscosa pesadilla
con mi alma cortada
por el desasosiego
y yo seré aquel día
de color casi transparente
entrando por la puerta
de tu más íntima carpa
por toda la llanura
de tu miedo entrecortado
y ataré los cabos del dolor
con un abrazo adormilado
la panacea perfecta y poderosa
de los fuertes los que aman
para prevenir que regresen
los jinetes ensañados
y que atropellen con sus coces
tu ternura de terruño.