Estudiantes universitarios: ¿e agora, José?
Publicado en HispanicLA.com en junio de 2009.
La clase de 2009. Uno a uno desfilan. El año que viene, algunos lo estarán haciendo en su flamante uniforme militar, mostrando las armas y saludando a algún coronel, a punto de subir al avión que los llevará camino a Afganistán. Otros ingresarán a las instituciones de educación superior: universidades o colegios comunitarios. Muchos buscarán trabajo. Es el desfile de los 556 egresados de la escuela secundaria South High de Torrance.
Entre los honrados el martes con la toga y el birrete, el diploma y la faja, estaba mi hijo Mark Jonathan.
Y entre los 1,050 egresados de la Facultad Warren en la Universidad de California San Diego este domingo estaba mi hijo Uri Alejandro. En once ceremonias en la misma casa de altos estudios se graduaron 6,600 personas con la presencia de más de 100,000. Un ejército.
Y así por toda California. Uno a uno desfilan y se leen sus nombres.
Porque mientras que la cultura estadounidense favorece la individualidad, las ceremonias cuasi religiosas –originadas en el College de William & Mary, en épocas coloniales pre independencia- estimulan lo colectivo, la homogeneidad. El mismo uniforme en todas partes: sea la escuela intermedia de Pasadena o la universidad de Stanford. Los grupos elitistas se bautizan con nombres del alfabeto griego. Al unísono, miles de graduados cambiarán la dirección del cordón de su birrete, de derecha a izquierda, en señal de su nueva etapa.
Por eso, rescata la individualidad que se lean los nombres de los egresados, y éstos marchen a recoger el marco de su diploma. Aunque lleve horas.
En todo el estado centenares de miles de niños, nuevos adolescentes, recién estrenados adultos, compartieron con sus compañeros y familias un momento de felicidad, sonrieron a los fotógrafos y recibieron la felicitación de sus directores y maestros.
¿Y ahora, José?