El péndulo
04/28/2005
La valla publicitaria de un canal de TV en español, vista desde la carretera 605 entre Ramona y Lower Azusa, anuncia un programa de noticias. Se ven las caras, felices, de dos colegas presentadores de noticias. Para recalcar el alcance del noticiero, se reemplaza “Los Ángeles, California”, por “Los Ángeles, México”.
El comercial despierta críticas y da argumentos a quienes estimulan miedos y quieren enfocar la atención de la población en la cosa de los latinos, la frontera y los inmigrantes indocumentados.
Esta semana presencié una discusión entre estudiantes universitarios. Debatían, no los aumentos en los aranceles ni los ataques contra el nivel de vida de sus familias, sino su percepción de ese espectro que llamaban “los ilegales”.
Para Jaime Regalado, director del Instituto Brown de Política Pública en la Universidad Estatal de Los Ángeles, hay una serie de poco disimulados ataques “contra la comunidad latina y los trabajadores pobres por parte del ala derecha y los nativistas”.
Entre otros motivos, según el profesor, los inmigrantes, al naturalizarse, expanden “el voto potencial para los demócratas y ellos reaccionan a ello; desde 1930, los nuevos inmigrantes votan por los demócratas”.
Hay más.
“Por cien años, dos tradiciones culturales, la hispano-mexicana y la anglo-americana, han estado en conflicto en California del Sur”, escribía Carey McWilliams ya en 1946.
Este conflicto —que es también una relación— asume la forma de un péndulo. Su vaivén, su movimiento de sube y baja simboliza los ciclos históricos.
Cuando la economía está en crisis y sube la desocupación, el péndulo vuelve con toda su fuerza y los inmigrantes son el “chivo expiatorio” del déficit presupuestario, la competencia laboral, la faz de las escuelas públicas, la criminalidad, las malas costumbres.
Alrededor de 1920, la misma xenofobia en California se dirigía contra los inmigrantes de Rusia, Grecia, Italia, porque los inmigrantes eran judíos, católicos y cristianos ortodoxos. Y contra los trabajadores chinos y los agricultores japoneses, históricamente los más discriminados. Limitado el ingreso de todos ellos, se abrió la puerta para una inmigración masiva de mexicanos, quienes se agregaron a lo que quedaba de “los pobladores”, los Californios, que ya estaban aquí en 1848, con la llegada de Estados Unidos.
Ahora, esta ciudad inesperada, brotada del desierto, que ascendió de un boom al otro, tiene un color latino: como la mitad de sus habitantes. Y esto, que llaman también “diversidad”, es lo que la define como urbe.
Aunque solamente cuatro (un número récord) de sus 14 concejales sean hispanos y uno de los cinco supervisores del condado. Esto es porque Los Ángeles, dice Regalado, fue siempre dos ciudades: quienes la controlan no se ven como el resto.
Pero el péndulo sólo puede ser péndulo, y hoy sube de nuevo. “Estamos en un momento histórico”, afirma Regalado, aludiendo a la posible elección de Antonio Villaraigosa como primer alcalde latino desde 1872.
Por fin estamos poniéndonos al día con la creciente diversidad de la ciudad, dice.
Aunque, agrega, esto es solamente una percepción. Tú y yo sabemos: no es una realidad.
Y el péndulo sigue oscilando.