El humo del hambre a selva

I
Los bordes de la cama se quebraron
esta noche sus labios son de barro
aplastan las puntas frías
y peligrosas de tu carne
tu cama se ensordece
te despierta
la nube de tu lecho
agita su ala rota gime
se atrasa como siempre
boca pálida pintada
fantástica fábula rojo madero
amadero su lengua de trébol
su párpado tortura uña
cede el cristal
y atrás una flecha quemada.

Ay de mi uña negra    mi llanto blanco.
Ay de mi lápiz roto     mi llanto blanco
enmudecido.

II
Recuerdo la brisa amarilla
su estupor dulce revoloteaba
encima del abismo
me arranca las hojas del libro de fotos
dejándome como quien no ha nacido
para este horror de horrores
la certeza de la muerte
la corteza del pan más amargo

un zafiro marca la raíz de mi condena
crece hacia adentro su líquido olvidado
cúmulo redondo de negrura
lápiz de lluvia
corazón reseco
agujerito negro y redondo
soba sus cicatrices
bolita saltarina
suprema azabache y vacío

somos tú y yo
y nadie más para la ternura
que nos espere
en el andén
sin valijas
o me aguante el aliento
o simplemente escuche murmure
qué bien qué bien
dé las gracias
revuelva la cucharita del consuelo
sin hacer ruido
me mande a dormir
sin beso

y con la brisa amarilla
como capullo infiel
separado de la nata que es el cuerpo
en el bosque perlado de nuestras piernas
que se inscriben
en la piedra del deseo
nació el rey del camino ajeno
hijo del desvelo y del desquicio
robándose el brillo de tu noche clara
te dejó sola para el último ronquido
rey muerto y perdedor
sin nacimiento ni futuro
nos cercenaba otro cuello
nos enlodaba en la miasma
la pérdida irreparable del amor.

III

Tanto deseo amor mío
y allí yacemos los dos
cuadrados casi de tierra apisonada
rojos de blasfemia
dos siquiera para el beso
diamantados, ennegrecidos. Carbonizados
por el humo del hambre a selva.

IV

El aire está lleno de mariposas guerreras
que trago desde el fondo del silencio
maniatado por esperanzas
engañado por la lente ciega
el veneno incierto de esperarte

aquí yacemos mi amor mi bienamada
exquisitos de tanta ternura
abrazados de estertor misterio
y en la agónica soledad de un sólo beso.

Los Angeles