El amor al libro: bibliotecas públicas en Los Angeles
1/25/2006
En estos días de ataques desaforados contra inmigrantes, de incitaciones a las redadas y llamados a la detención y deportación de millones, uno de los espacios de igualdad entre los seres humanos siguen siendo las bibliotecas públicas de nuestra área.
Para hacerse miembro de una biblioteca pública no es necesario tener papeles migratorios. Ni importa de qué color es su piel. La membresía está abierta a indocumentados, a pobres, o a ciudadanos y ricos. Lo único que se requiere es una identificación con nombre y domicilio, que podría ser, dicen en la Biblioteca de Los Ángeles, una licencia de conducir, una matrícula consular mexicana o argentina, un cheque personal, una tarjeta de crédito, un recibo de renta o de impuesto a la propiedad. Menores de 18 no necesitan identificación y alcanza con la firma de sus padres en su solicitud para registrarlos.
Entonces, éste es un lugar de protección.
Las bibliotecas públicas –hay 70 en Los Ángeles (1) y decenas en las ciudades vecinas– sigue siendo el gran democratizador.
Y una vez adentro, las bibliotecas públicas son una fuente inigualable de saber.
En sus silenciosas galerías se nos recuerda la vigencia del libro, más allá de sus pretendidos substitutos mecánicos. El Internet es una herramienta maravillosa, misteriosa y en la práctica infinita. Lo uso por horas cada día. Pero demasiadas veces no propicia el saber sino la curiosidad, no el aprovechamiento del esfuerzo sino su dilución y pérdida del tiempo. Además, no todos tienen acceso al Internet, o una computadora en casa. Entre los latinos, el uso del Internet sigue siendo hasta un 30% menor que los no latinos. Distinto es el libro. Y más para nuestros hijos.
Las visitas a bibliotecas son fiestas para los niños. Es un buen comienzo y excelente sustituto de las pizzerías con juegos electrónicos. De niños, mis hijos visitaban con su madre semanalmente la pequeña biblioteca en la calle 242 de Torrance. A veces, sólo para recorrerla, embelesados, acariciar los libros o mirar sus ilustraciones.
Cuando necesito tranquilidad interna, ayuda para la concentración y un reposo para mis oídos, me quedo en la Biblioteca JFK de la universidad CalState Los Ángeles, que no cierra hasta las 10 de la noche.
Tienen las bibliotecas bases de datos a los que se puede acceder desde cualquier computadora abierta al Internet. Muchas de esas bases están conectadas entre sí, generando una cantidad de información tan masiva que sólo podría compararse con la descripción de Borges en La Biblioteca de Babel.
Todo esto surge porque la semana pasada, se inauguró festivamente la biblioteca de la ciudad de Ontario, establecida inicialmente en 1885, con sus .180 mil libros e infinidad de otros documentos. Me escribía una amiga: “me siento en casa, las computadoras esta nuevas y actualizadas y no hay ningún problema de comunicación, están aquí todos los niños de Ontario y creo que hasta vinieron de otras ciudades, es una gran oportunidad para todos, para acercarnos a la cultura y el saber y compartir en un lugar seguro, limpio y amigable nuestras ansias de conocimiento (2).
También conviene saber que las bibliotecas tienen una cantidad de servicios gratuitos, desde llevarse los libros a casa por tres semanas o más hasta cursos, conferencias y asesoramiento. Y sí, el uso de una computadora para entrar al Internet.