Desde el fondo de mi obligo
Un niño en el fondo de mi ombligo
se relame y congratula.
Un hombre de ropa pálida lo examina
aprobándolo
o quizás no.
Se mira en el espejo cada mañana
y borra un suspiro de la llaga
pero ella renace donde él menos lo espera
entre un montón de papeles tirados
esperando a que llegue al escritorio
al fondo del refrigerador
del otro lado del colchón mojado de sangre
donde mora la indómita
mujer inalcanzable.
El niño que sabe perder
mira al hombre deseando que se vaya.
Pero pasaron los años
y el hombre es casi estatua
le duelen los huesos de la espalda
de tanto simular garbo,
por eso se cubre con una campera
que resalta su genuflexión
ante los poderosos
entierra su ira en el suelo que se abre
en lugar de una llamarada ve su reflejo.
Canta pero la voz no emerge como antes
potente y poderosa, canta y ella calla.
Canta y ella mira la distancia
y sonríe otro canto.
Ruedo como los cántaros en el río.
En el principio
la arcilla era distinta
la tierra pulverizada
la piel respondía a su caricia con un gemido.
Otra rama se parte.
Otro grillo se atrasa
en la repetición del pulso.
Hollywood