Desde Baku: ¿Azarbiyán? ¿Azarbiyán?
Publicado en La Opinión 4/25/2007
El pais es nuevo –nacido en 1991 de las cenizas de la Unión Soviética – y sin embargo poco conocido fuera del área. Algunos reconocen a Baku, hasta hace unos decenios la fuente de la mitad del petróleo del mundo, el centro de operaciones de Alfred Nobel, el sitio de una escena inolvidable del filme Reds.
Y es lástima que se conozca poco, porque Azarbiyán, con sus menos de cien mil kilómetros cuadrados y sólo unos ocho millones de habitantes, es un modelo de un mundo que podría ser y que no es: el de un país secular, en donde alrededor del 90% de los habitantes son musulmanes, y que sin embargo posee una constitución con división de poderes y promesa de libertades y una ansiosa sed de industrialización, modernización y apertura internacional. Esta apertura le permite convocar a representantes ministeriales de Arabia Saudita e Irán, entre otros, y al embajador de Israel, con quien mantiene intensas relaciones estratégicas como parte de una alianza tripartita que incluye también a Turquía.
Y Azerbiyán, que fue por un breve lapso la primer república parlamentaria islámica en 1918, no es única en contradicciones. Sus vecinos regionales, Armenia y Georgia; los tres, remanentes del extinguido régimen de la URSS, son las naciones caucásicas (o tal como ellos mismos se llamaron durante pocos meses de unificación en 1991, el Transcáucaso). Armenia y Azarbiyán se hallan en un estado de intenso conflicto, que condiciona las políticas exteriores e internas de ambos y que implicó una guerra de seis años, la pérdida para Azerbayán del 20% de su territorio, con decenas de miles de muertos y más de un millón de refugiados.
Uno de ellos era Emin Alesgerov, hoy de 22 años de edad e intérprete del reportero en esta ciudad. “Yo vivía con mis abuelos en aquí, tenía cinco o siete años, nos dijeron que nos fuéramos para aquí, y ellos todavía quieren volver”. ¿Y las casas? “Las destruyeron”, dice Emin y habla de los armenios con una mezcla de tristeza y hostilidad común a todos aquí. Su español, aprendido aquí en la universidad, es excelente.
Idahav Orijov, ministro de cultos de Azerbaiján (preside el Comité de Estado sobre Asuntos Religiosos), se levanta durante una entrevista para mostrar a quien firma el lugar donde él nació, y que forma parte del territorio que controlaba Armenia incluso antes de la guerra que inició en 1988. De allí pasa a nombrar una serie de poblados de donde los azeris fueron expulsados y luego menciona las masacres y ofensas causadas a su pueblo.
Y Nazim Ibrahimov, presidente del comité y encargado de las relaciones diarias con una diáspora que calcula en 50 millones de azeris (35 millones en la Baja Azerbiyán, en Irán) habla a La Opinión de la necesidad de organizar esa diáspora “como lo han hecho los judíos, los italianos, los irlandeses en Estados Unidos”para contrarrestar la influencia que a su vez la diáspora armenia supuestamente ejerce.
Los tres hablan como el resto de sus compatriotas: con tranquilidad, voz reposada. Pese a todo, en comparación con Los Angeles, la vida es más lenta, menos frenética.
Diferentes Baku
Esta es, entonces, una ciudad de contrastes. Christian, un periodista canadiense, cuenta a este rotativo que escribe sobre una cantante que con actitud sexy explora los límites de las costumbres locales y los amplía.
A Jason Katz, vicepresidente de Town Hall de Los Angeles y quien también participa en el evento, le llama la atención el dinamismo de la capital. “El futuro de una ciudad se mide por la cantidad de grúas de construcción, y esta tiene un dinamismo increíble en ese sentido”, dice explicando a La Opinión sus primeras impresiones.
Pero la construcción se concentra en rascacielos, areas comerciales, el centro citadino. En los suburbios aún viven centenares de miles de los que huyeron de las zonas conquistadas por Armenia. Siendo ésta la primera zona petrolera del mundo, el oro negro fluye por sus venas y constituye la sangre de su economía. Y sin embargo, hace uno años el gobierno tuvo que importar petróleo porque las instalaciones construidas durante el período soviético colapsaron, no tenía refinerías. El problema está en vías de solución luego de la firma de masivos contratos con empresas petroleras occidentales, pero se crean nuevos. Las calles trepidan bajo la magnitud de miles de automóviles que tratan de avanzar por todos los medios. Las reglas de conducción se reducen a cierto grado de supervivencia y el afán de avanzar por milímetros en base a bocinazos. Algunos de los autos más modernos tienen por eso claxones múltiples y sonoros. Y la gente a pie cruza por todas partes bajo severo peligro de sus vidas.
El viento es una presencia constante en esta ciudad a orillas del lago llamado Mar Caspio, dejando a casi todos los automóviles cubiertos de polvo. A lo largo de las carreteras, pequennos grupos de mujeres ya grandes limpian el pavimento con grandes escobas y visten delantales de colores fluorescentes. El paisaje urbano recuerda a veces a Roma, a vecdes a Tijuana, otras a las ciudades palestinas de la Cisjordania, otras a Moscú: los policías parecen uno de los legados de la era soviética, con enormes gorros. No hay casas de tejado rojo: en los suburbios los edificios son de un sólo piso, con techos son de metal corrugado y blanco, casi lisos, para dejar pasar el viento, que por otra parte se revienta contra los rascacielos nuevos del centro. “Políticamente es un país como todos, pero más”, dice el Dr. Asim Mollazade presidente del partido de la Reforma Democrática, de oposición, y hombre de negocios, a La Opinión. “Oponerse al gobierno era difícil antes, durante los comunistas y la KGB. ¿Ahora? Nunca tanto.”
Y en el reverso de un automóvil ruso Lada, un letrero surrealista, increible, típico, sorprendente, dice en español: “Hasta la victoria siempre”.