Cuidado, peligro

En la historia de Bruce Jeffrey Pardo, el canalla que entró a casa de sus suegros y mató a nueve personas, hay condensados varios horrores.La magnitud de su maldad lo alejan de cualquier comparación. Golpea una puerta vestido de Santa Claus; abre una niña de ocho años. El asesino le dispara en la cara, luego, contra los presentes: su ex esposa y los hijos de ella, sus ex suegros, parientes, conocidos. Deja a 15 niños huérfanos. Quema la casa.
“No sé por qué estalló”, dice un amigo de él.”Estaba sentado en su casa pensando sobre todo”.
¿En qué pensaba Pardo?
En su divorcio, que acaeció tres meses antes.
Según el departamento de Salud de California, el 6% de las mujeres del estado han reportado haber sido víctimas de violencia doméstica: 700 mil. A veces, de las palabras llegan a las manos y de las manos al cuchillo y la pistola.
Quizás pensó Pardo en el trabajo como ingeniero de software que perdió: fue en julio, y desde entonces no pudo hallar empleo, además de estar sin indemnización ni derecho a pago por cesantía. El aumento de la pobreza es un aliciente seguro de la delincuencia; la cesantía, que despoja al ser humano de su dignidad, lo hace peor.
Lamentablemente, California está a la cabeza del país en pérdida de trabajos.
Pardo pensó quizás en su propio hijo, el que tuvo con una novia y que abandonó. Que nunca lo veía es una ocurrencia típica en nuestra sociedad. Una relación lleva al embarazo de la mujer y a la huida del hombre, hasta orgulloso de su “machismo”, “fiereza de carácter”, prestigio entre sus pares. Demasiadas veces ello sucede entre latinos aquí, porque la cultura no lo condena.
Otra: en junio, un juez le ordenó pagar más de tres mil dólares por mes de manutención de su esposa y los tres hijos de ella. Para quien ganaba casi diez mil dólares mensuales no era mucho. Pero al mes siguiente, Pardo perdió su trabajo. No pagó. Se convirtió así en otra figura lúgubre del panorama californiano: un “deadbeat dad”, un padre ausente. Polvo.
¿Qué más? Las pistolas.
Estados Unidos es el paraíso de la libertad… para propietarios de armas de fuego. Casi cualquiera puede comprar un fusil.
Bruce Jeffrey Pardo llegó a la casa de Covina con cuatro armas. Otras tantas se hallaron en su casa.
Un revólver en manos de un desequilibrado en plena desesperación es una tragedia en ciernes. Sólo requiere una leve presión del dedo en el gatillo para generarla.
Pero quizás lo más aterrador del caso es que Bruce Pardo no era un criminal, sino un hombre común y corriente.
Esto quiere decir que puede pasar en cualquier parte, en cualquier momento. En una casa de mi vecindario. En las oficinas donde trabajo. En el mercado en que compro alimentos. En la escuela de mi hijo, en la universidad donde otro estudia. Cualquiera puede ser el próximo Bruce Pardo. Como si estuviésemos rondando siempre al borde de la locura, a un paso del estallido. Como si viviésemos siempre a un paso del precipicio. Cuidado, peligro.