Cómo son los judíos latinoamericanos en Los Ángeles
Los hay “gueros” y de ojos azules; morenos como los árabes y hasta negros como los etiopes. Por no ser una raza sino un pueblo o cultura con una religión, los judíos se diferencian enormemente entre sí en prácticamente todo. En nuestro caso, los judíos de América Latina que inmigraron a Estados Unidos pertenecen, muchas veces, al segmento de inmigrantes que llegan con una profesión universitaria, o bien con un inicio de colocación comercial. “Hay muchos doctores, ingenieros, especialmente los que llegaron en los últimos años”, dijo Sergio Rosenblatt, activista judío latino proveniente de Chile.
Y para aquellos que finalmente se asentaron en Los Ángeles, con papeles migratorios (entre quienes enfilaron hacia Miami hubo muchos más indocumentados), su aclimatación e integración a Estados Unidos entonces es más directa. Aprenden el idioma y se adentran en la sociedad estadounidense. Muchas veces –igual que inmigrantes argentinos no judíos- no se consideran latinos ni se identifican con los indocumentados. Y ellos, como son diferentes, “no responden al estereotipo que de los latinos tienen los no latinos”, dice el rabino Gary Greenbaum, quien fue por muchos años presidente del Comité Judío Americano en Los Ángeles, refiriéndose al esfuerzo de integración entre las distintas partes de la comunidad israelita: los ya veteranos y los recién llegados. Es que quieren ir adelante y ser parte de un país que por lo general aprecian y admiran.
También se diferencian de los judíos estadounidenses –hay unos cinco millones- por tener una mejor educación judía; más conocimientos de la realidad en el estado de Israel, más interés por la política de sus países de origen.
Organizaciones de judíos latinoamericanos
La vida social de los judíos latinoamericanos que viven en California refleja estos componentes. Por todo ello, algunos se agrupan en organizaciones judías locales. Pero los grupos son pequeños. El más ambicioso, la Asociación Judía Latinoamericana (LAJA), fue fundado en 2003 por un psicólogo argentino, Omar Zayat. Consiguió ayuda de la comunidad judía de Los Ángeles; le proporcionaron un local como centro comunitario. “Queremos recrear aquí la experiencia que los judíos latinoamericanos tenían en su país de origen”, dijo Zayat. El centro judío en Buenos Aires, estableció, no era solamente sinagoga: principalmente, es un foco social. Entonces, explicó Zayat, se festeja, se canta, se realizan actividades culturales, se practica deportes… y se come asado. El hizo de todo, hasta enseñaba danzas.
Pero Zayat mismo, citando problemas de adaptación social, volvió hace varios otoños a la Argentina, y con él decreció la actividad de su organización. Su sitio de Internet no fue modificado desde febrero, que es cuando vino a despedirse…
Otro grupo es “Reunión” que actúa desde 1994 dentro de la asociación Bnei Brith, importante grupo en la congregación israelita estadounidense al que pertenece la Liga contra la Difamación, dedicado a la lucha contra todo tipo de racismo y discriminación. Sus miembros –más de un centenar, concentrados en el Valle de San Fernando, en el condado de Los Ángeles- se reúnen cada dos semanas; comen juntos, charlan, intercambian experiencias, presencian conferencias y ciclos culturales o cinematográficos e incluso invitan a este periodista a actualizarlos en el quehacer estatal. En su comité directivo hay argentinos, chilenos y uruguayos y hasta una pareja mexicana.
Igual que los inmigrantes de todo el mundo, los judíos latinoamericanos traen consigo su mundo, sus recuerdos culturales, sus ideales y principios de moralidad y ayuda social. Pero su pequeña cantidad, inevitablemente, los aisla. Descollan entonces a base, no de presencia de una organización, sino del mérito individual. Por lo que la integración se les hace aún más difícil.
Publicado inicialmente 8/31/2007, HispanicLA.