Cándido Bocanegra
05/04/2006
Entre el río de 100,000 personas que fluye sobre la calle Broadway, caminando como si estuviese solo, un hombre sostiene en alto un recorte de diario que pegó a una cartulina, y con él marcha junto a los inmigrantes este 1 de Mayo.
En el periódico se ve la foto de un anciano, con el uniforme y la gorra de los graduados, que recibe un diploma.
«Este es mi papá, Cándido Bocanegra», grita el manifestante por encima de las voces de la Marcha.
Y en perfecto inglés, cada palabra de memoria, en voz estentórea, emocionado, apurado porque la caravana sigue su marcha, me cuenta la historia de su padre.
A nuestro alrededor, el público vitorea: «Venceremos», «Sí se puede», arrecian los tambores y miles avanzan ordenados, felices y totalmente ajenos a nuestro relato.
Esta breve anécdota, comunicada en el entorno más surrealista y al mismo tiempo más natural de Los Ángeles, es historia de nuestro tiempo, de los inmigrantes de América Latina en Estados Unidos.
Cuando Cándido Bocanegra quedó huérfano de padre y madre, tuvo que encargarse de criar, él sólo, a sus seis hermanos y cinco hermanas en México. Abandonó los estudios. Tenía sólo 15 años. Cuando el más jóven de su familia ya pudo arreglarse por sí mismo, Bocanegra vino a Estados Unidos para trabajar en el Programa Bracero. Era 1941.
Fue uno de cinco millones de mexicanos que participaron en este plan del gobierno federal, ideado para ayudar a la agricultura de este país a sobrellevar la carencia de trabajadores, porque se habían ido a la guerra en Europa a pelear contra la bestia nazi.
El programa terminó en 1964, en medio de acusaciones de explotación y abusos laborales. Es el modelo para los nuevos planes de trabajadores huéspedes.
Pero Bocanegra se quedó aquí, en el condado de Orange, y trabajó por 40 años en Hunt-Wesson Foods, de Fullerton. Se jubiló en 1981, a los 65 años. El hombre con el cartel, su hijo, es sucinto, habla rápido. Cada palabra importa.
«Después de jubilarse, a los 74 años, luego de varios años de estudio, mi papá logró un diploma en la secundaria Buena Park». Eso fue en 1990.
Rastreando los periódicos de la época, halló la noticia original, en la que Cándido Bocanegra narra, él mismo, su historia de inmigrante, de operador de montacargas y su logro como estudiante: «Fue muy difícil. No hablo buen inglés».
Bocanegra, un modelo de tenacidad, se graduó a 80 metros de su modesta casa, porque quería que sus hijos no abandonaran la escuela, y lo logró.
¿Y después? «Mi papá murió este domingo de Pascua. Por eso hoy marchamos en honor a él».
Bocanegra, el hijo, mantiene sus brazos en alto, y se aleja caminando con la multitud de inmigrantes que marcha hacia la municipalidad de Los Ángeles.