Bakú y Los Ángeles
Saturday, December 6th, 2008
Jueves, 03 de mayo de 2007
Alejarse de Los Ángeles, aunque sea por unos días, da la oportunidad de mirarla desde afuera, de analizar si se le extraña, de comprarla y así entenderla más.
Más todavía si la comparación es con Bakú, capital de Azerbaiyán, un centro urbano inverosímil sacudido por un tremendo impulso de construcción que recuerda el juego de computación Sim City. Desde aquí es que se aprecia mejor la diversiad de nuestra ciudad.
En lo cultural es superior: los teatros abundan y por dos manats -menos de tres dólares- uno puede ver un drama en vivo. En cambio, el cine es remoto y caro, a ocho manats.
En la pluralidad de carros es comparable: todos los modelos imaginables, ya que la importación es personal, de autos que circulan como tortugas, apretados y a bocinazo limpio por una red vial decrépita. Sin edificios de estacionamiento, la asfixia de Bakú es un desastre en ciernes.
Los Ángeles exulta modernidad e industria, con los freeways pantagruélicos y las rutas interminables, mientras que Bakú, como miles de capitales, ofrece pocas carreteras y ya en la provincia, caminos de tierra.
En nuestra ciudad pululan los restaurantes, mientras que en Bakú son pocos, pero todos los conocen y su fama recorre el país. Son casi todos locales, especializados en las maneras del kabab. El “Hong Kong” donde sirven platos chinos y japoneses es una absoluta excepción, al igual que un puesto de comida mexicana como cosa suntuosa y exótica. Nosotros, para no quejarnos los tenemos a decenas de miles. Es en suma un terreno virgen para el consumismo, con sólo 15 años de independencia precedidos por el régimen soviético. La gente todavía compra lo que necesita y no acumula bienes. ‘Garage’ y ‘yard sales’ no existen.
Mientras que Bakú es ciudad aislada donde el espectro de la guerra revolotea pero casi sin crimen, LA es el centro de cien ciudades más que se le parecen y amalgaman como una pieza; su violencia emana de adentro y la guerra es callejera y de pandillas.
Musulmana pero secular, la capital de Azerbaiyán no se parece a ese “choque de civilizaciones” que tanto pregonan; Los Ángeles es un mosaico de religiones, un sembrado de iglesias.
Ni oriente ni occidente, Bakú habla en azerbaiano, ruso y árabe. Los Ángeles, en un cocoliche de españoles variados y el inglés estentóreo que da fama -mala- aquí a los californianos.
En Bakú se ufanan de sus 19 etnias: pero son similares, usbekis y turkmenistanos, georgianos, rusos, tártaros, judíos del monte. Nada se compara con la diversidad étnica de Los Ángeles.
La lejana capital puede llevar los gérmenes de males que LA ya conoce: una ola de construcción descontrolada que lleva al caos urbano, casas sin calles. Inversionistas privados edifican oficinas y apartamentos de lujo; en los barrios, las casas chatas, de techos de zinc blanco. Con la excepción del bonito Metro, es una ciudad sin transporte público y la gente usa vans y taxis privados que cobran por acuerdo entre choferes y clientes.
Son las 2 de la mañana y circulamos por la ciudad antigua de Bakú. No hay un alma, todo tranquilo. Esto no es Disneylandia.