Arizona como pólvora

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Publicado en HispanicLA.com el 25 de abril de 2010.

Por donde se la mire, la ley contra los indocumentados que  acaba de promulgar la gobernadora de Arizona Jan Brewer se propone como  resultado la reducción en la cantidad de inmigrantes en ese estado. Para  justificarlo moralmente, para no revelar la verdadera naturaleza  racista de la propuesta, sus simpatizantes la describen como una medida  contra el crimen.

Pero ligar a 400 mil trabajadores y sus familias al  crimen solo revela una lógica torcida y demagógica. Porque es eso,  demagogia: si uno se opone a la ley es tachado inmediatamente de <em>soft on  crime, </em>uno de los mayores insultos de nuestro léxico político. Aunque  sea un jefe de policía, o más aun, los sheriffs de todos los condados de  Arizona con excepción del de Maricopa, que se halla en manos de un  político radical, Joe Arpaio. Porque los jefes de policía de Arizona, maullando quedo, se oponen a la medida.

Si para evitar el crimen por parte  de algunos de ellos se quiere despachar a 400 mil hombres, mujeres y  niños fuera del país. ¿Quién está a salvo?

De la misma manera,  para evitar fraudes por parte de médicos, hay que echarlos a todos. Hay  mucha violencia en los partidos de futbol: deporten a los jugadores. Hay  maestros que cobran sin enseñar: afuera con todo el paquete.

Duro, duro y más duro.

Deberían  darse cuenta de lo absurdo, lo extremo de su postulado.

Pero no  lo harán, porque los 400 mil son diferentes. No son de los nuestros,  dicen, piensan y actúan los políticos de Arizona.

Así se dicen entre sí:  son diferentes a nosotros. En el color de su piel, en su apariencia, en  el lenguaje que usan para comunicarse.

Y así se dicen: se ven  distinto: aparecen de la nada en la frontera, trabajan en los empleos  ocultos, hablan diferente, no tienen nuestra cultura ni nuestros dioses,  ni costumbres.

Así como llegan deben irse, se dicen.

Y no  están solos. Janice Brewer se somete a reelección en junio. Si no hubiese con su firma  promulgado la ley, en junio volvía a casa. Depende únicamente de los  votos republicanos.

La ley antiinmigrante de Arizona hace  inevitable una confrontación partidaria sobre la reforma migratoria en  el Congreso, pone la controversia en el tapete.

E inevitablemente  también, los estadounidenses tomarán posiciones a ambos lados de este  tema. Así, una política lunática que hasta hace un par de años era  exclusivamente cosa del extremo más furibundo, ahora define donde se  halla el centro político.

Obviamente, las organizaciones de  inmigrantes, de latinos, las democráticas y de derechos civiles, no  pueden sino concentrar todas sus fuerzas para tratar de anular la infame  ley de Arizona.

O al menos, para impedir que se expanda como  pólvora en el resto de los estados.