Nadya y el welfare

Nadya Suleman, de Whittier, dio a luz a octillizos el 26 de enero. Pasadas las exclamaciones de maravilla y felicitaciones, ahora la rodean el escarnio y la crítica.
Cuando nacieron los primeros octillizos del país en 1988 hubo una fiesta que dura hasta hoy. Los padres fueron  reyes y los niños, príncipes.  A Sulemán, en cambio, muchos consideran ahora la reina de las “welferinas”, y algunos la emperatriz.
¿Qué no se ha dicho de ella?  Que recibió 170 mil dólares del estado por una lastimadura, quizás falsa;  que no trabajó por ocho años, porque no quiso.
Que es madre soltera, que son niños sin padre. Que ya tenía seis hijos; que ahora 14 sin buscar medios para mantenerlos.
Que el costo, hasta ahora, de la operación se acerca al medio millón de dólares y… ¿quién lo paga?
Que lo hizo para cobrar dinero por una entrevista; que lo hizo para promover un libro y una película.
Que es un parásito social, y que como ella lo son todos sus semejantes: muchos de los críticos la identifican con las madres solteras, los inmigrantes, los pobres. Eso es falso.
Y antes de seguir, verifiquemos lo que se le imputa a través de las preguntas que se le formulan en esta entrevista (es un fragmento; el resto no se había transmitido)

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Comparto la crítica a ella, pero no el criterio.
En los últimos años los gobiernos consistentemente se deshacen de su obligación, de velar por la población y su bienestar.
En 1996 el presidente Clinton firmó  “el fin del welfare tal como lo conocemos” que sustrajo ayuda gubernamental a las mujeres más pobres e inmigrantes.
Precedió el voto un debate público donde el “enemigo público número uno” era esa adolescente hispana e ilegal rodeada de niños llorones, empujando un carrito con el nuevo bebé y por añadidura, embarazada, que cometía “fraude”, alegaban, contra el Seguro Social. Se exageraron las sumas, los números, el fenómeno.
Así, las “welferinas” perdieron sus beneficios y  más familias fueron arrojadas a la pobreza .
La crítica contra Suleman coincide con un nuevo ataque a la ayuda social, para que quienes no tienen cómo paguen el precio de la catástrofe económica en ciernes.
Coincide con el inicio del mes en que California licenció a sus empleados estatales y cerró sus oficinas  por dos días, reduciendo su salario en 10%. Ayudantes de funcionarios importantes fueron eximidos, así como la Patrulla de Caminos, la Junta Impositiva y la oficina de Caza y Pesca.  Cerraron agencias de trabajo, instituciones de salud mental, el Departamento de Servicios Sociales, el DMV y la compensación al trabajador.
Coincide con el déficit de 433 millones de la ciudad de Los Ángeles; habrá recorte de servicios y despidosy donde ya el 70% del presupuesto va a la policía, que a su vez piensa reducir o eliminar el programa DARE de educación antidroga para escuelas pobres.
Mientras, el condado cierra hospitales públicos. Y eso que con los despidos, la gente se queda sin seguro médico y no tiene otra opción.
A nivel estatal, están los recortes de 400 millones de dólares al Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles y sus planes de despedir a 2,300 maestros.
Y especialmente, vienen más recortes al plan de salud Medi-Cal: ya hoy, más de la mitad de las mujeres sin seguro médico en California son latinas, y 1.5 millones de ellas carecen de seguro.
Hay que prestar, entonces, atención a la fiesta mediática: lo de Suleman y sus octillizos, por más censurable que sea, es atípico, y la crítica muchas veces tiene una intención política.